martes, 27 de diciembre de 2016

Rescatados

Cuadro de Irina KARKABI | Couples art



¡Ayúdenme! 

Se escuchaba al fondo del pasadizo. 

Cada paso que daba, era más intensa. 

Mi compañero gritaba desesperado que me detenga. 

Temeroso caminaba en dirección de aquella voz. 

Entre al cuarto. 

Encuentro sorprendido a mamá. 

Corrí a abrazarla, lloramos juntos, no la veía desde su lecho de muerte. 


martes, 1 de mayo de 2012

Estarás en mi corazón y en mis recuerdos.

Hasta Siempre… Querida Vicky!!!




Cómo no recordar tu hablar fuerte en medio de este pasmoso silencio que cubre esta habitación. Fuiste la compañera ideal de mi madre para cuidarnos cuándo aún no podíamos caminar. Desde mis más lejanos recuerdos, aparece tu rostro y el de mi abuela sentados en la mesa alentándome para apagar una simple velita que coronaba el pye de manzana, aquél que no podía faltar en mi cumpleaños. Eran las únicas asistentes, año tras años, nunca faltaron, ni cuando estuvieron enfermas.

Cómo olvidar, cuándo me resondrabas, desde lejos tu voz resonaba en mis oídos y hacían detener todos mis movimientos, porque sabía que algo estaba haciendo mal, cuándo ya estabas cerca y temía lo peor, con tan solo esbozar una sonrisa te reías y me dejabas correr hacia las faldas de mi madre. Con ese “Carajo” característico, ponías por terminado el tema. A pesar de lo renegona que eras, conmigo te calmabas.

Fueron pasando los años y no dejabas de visitarnos, más aún, porque ya vivías cerca. Las navidades y los años nuevos, en mi casa no se podían empezarlos sin tu presencia y la de mis abuelos. Todo iba bien por esos años.

Hasta que mi abuela se enfermó, con mamá batallaron duro para atenderla, cuidándola día y noche. Fue duro cuándo la perdimos, no sé de dónde sacaron las fuerzas suficientes para hacer todo el engorroso trámite de los funerales. Cada una encontró el apoyo mutuo y fraterno. No dejabas de visitar el nicho dónde se encontraban los restos de mi abuela, hasta me decías que deseabas estar con ella, porque la extrañabas demasiado. Y cómo no tener ese sentimiento, si nunca te separaste de ella.

Desde ese día, venías con mucha más frecuencia a la casa. Creo que la veías a mamá como si hubiera tomado la posta de mi abuela. Le pedías consejos, la llamabas hasta para que te recuerde qué pastilla tomar. Y me decías, “desde hoy tengo que cuidar a tu mamá”.  

Cuándo llegabas, según tú, conversabas despacio con mamá, siempre con una lisura de por medio, todo eso escuchaba desde mi cuarto a pesar que estaba dormido, me hacías despertar mejor que cualquier alarma que he tenido. Mamá te resondraba y tú respondías: “Ya es hora que se despierte, Carajo” y te reías.  

Lamentablemente, en el camino de la vida, te encontraste con el maldito cáncer. Que solo se podía tratar, no tenía cura. La enfermedad se volvió más dura, cada día que pasaba. Te admiraba por la fortaleza que tenías, sé que aguantaste dolores extremos que no te dejaban ni siquiera dormir.

Hoy te debo confesar que tenía mucho miedo de verte mal, pues no iba a resistir, soy débil de sentimientos y temía quebrarme delante de ti. No quería que te dieras cuenta que en mis pensamientos rondaba la idea de que ésa era la última vez que conversáramos. Según las noticias que tenía de tu estado de salud era que estabas grave. Pero ese día, a pesar de tu aspecto, siempre estuviste consciente, bromeamos,  alegre de verme. Ahora siento que me estabas esperando, con todos los ánimos revitalizados.

Al despedirme te dije que te amaba mucho, que eras como mi segunda madre, te di un beso en la frente. Al estar en el umbral de tu puerta voltee y me miraste sonriéndome. Ese instante en estos momentos de dolor, pasan como una película repetida por mis pensamientos.   

Fue duro saber que haz partido hacia esa luz blanca para reencontrarte con mi abuelita. Cómo no llorar con esta noticia, me contengo por hacerme el fuerte, pero soy débil.  
Es difícil entrar ahora a tu casa y ver aquél ataúd donde reposa tu cuerpo, ya sin dolor.

Cuando el dolor te era insoportable, querías que todo lo que estabas pasando fuera un sueño, un mal sueño, una gran pesadilla, y que al despertar todo seguía normal, para poder caminar, poder ir a mi casa, hacer de tu vida lo que estabas acostumbrada hacer, pero todas esas ilusiones se derrumbaban cuando comprobabas la amarga realidad. Mi mayor consuelo es que ahora ya pasó el dolor, que dónde sea que te encuentres despertarás y comprobarás que en realidad todo fue una pesadilla y que ya no hay nada más que temer.

Ahora también podrás sentarte a festejar, no solo el cumpleaños de mamá, como te imaginaste la última vez, sino de todos los que te quisimos. Pero quiero que sapas que nos hará falta tu presencia, ya no será igual celebrarlos sin ti, ni las navidades, ni los años nuevos, todo será distinto.

Sin tu presencia en tu casa, ya no me siento cómodo. Por eso te miro desde afuera, recordando todos estos momentos juntos. Lo que nos diste y supiste dar. Gracias por tanto amor, por cuidarnos y protegernos. Por ser nuestra segunda madre querida. Hasta luego, tía Vicky… siempre te llevaré en mi corazón y en mis recuerdos.

lunes, 6 de abril de 2009

Época de Matrimonios.

¿Quieres Casarte Conmigo?




Tú sabes bien porqué vine. Hazme recordar. Ya pues, no te hagas, que me dijiste que no había ningún problema en que me lo des. Sé lo que te dije, pero no me puedes decir tú mismo ¿Qué deseas? Bueno, si así lo quieres, por mí no hay inconveniente alguno, he venido por mi beso.

Me animo a escribirte y al mismo tiempo saludarte y felicitarte por la decisión que te ha llevado a dar el paso al altar. Que bueno saber que te encuentras estable en tu relación y que quieren formar una familia, fruto del amor que los une. Me alegra mucho saber que haz encontrado a la persona indicada.

Ahora sé que tus mensajes expuestos a la vista de todos tus contactos del MSN, no eran en vano y que iban directo a una sola persona, aunque la verdad, eran muy amorosos y muchos hasta parecían “melosos”. Pero así nos comportamos cuando estamos “extremadamente enamorados”. No hay razón que valga para expresar de diversas formas el amor que uno siente hacia otra persona. Claro, arriesgándose muchas veces, a que otras personas puedan “malinterpretar” o incluso, llegar a “burlarse” de las cosas que uno hace, pero ya sabes, no importa lo que piensen los demás… importa lo que pienses y sientas, y por qué no, “gritarlo” al cielo, por qué no manifestar el sentimiento más hermoso que puede sentir el ser humano.

Los que han estado enamorados alguna vez en su vida, comprenden esa actitud, y hasta les parece de los más “normal”. Te debo aclarar, que a mi parecer, esa manera de actuar nos es muy lógica que digamos, pues se sabe que cuando uno está enamorado, la lógica o la objetividad no son muy importantes, además que muchas veces no son compatibles con lo que uno pueda sentir. Hay muchas cosas que uno hace, sin pensarlo dos veces, pues “le nace”, y si es algo bueno y bonito, pues es un gran “detalle” para demostrar el sentimiento que se lleva dentro del corazón. Digo todo esto, pues la razón y la pasión, no son grandes amigas. Quizás digas que sí, que pueden relacionarse y llevarse muy bien. En algunas ocasiones sucede, pero si los enamorados se llevarán o guiarán por la razón, te aseguro que no habría poemas, canciones o detalles en el mundo, y todo sería diferente a lo que hoy, quizás te mueva a dar el “gran paso” de tu vida.

Sé que te irá bien pues, lo poco que conozco de tu novio, es que me parece una persona muy educada y buena gente, claro, se le nota enamorado y eso es lo más importante. Pensé que algo pasaba en su relación (por lo leído últimamente en tu MSN), pero al encontrarnos, después de mucho tiempo, en el Karaoke, por la visita de un amigo muy especial y que ambos llegamos a conocerlo, me sacaste de algunas dudas. Me quedé con una frase que me dijiste esa madrugada: “Muchas personas piensan que por estar con mi novio, yo ya no puedo salir sola o ir a divertirme”. Te doy la razón, a la vez que me incluyo en ese cónclave de personas. Uno tiene siempre esa percepción, quizás porque ha estado con una pareja y, bueno, ha actuado de esa forma.
También, porque al tener un compromiso, la mayoría de las veces, tan solo le interesa esa persona, dejando de lado el círculo de amigos, del trabajo, hasta de la familia. No porque no les interese pasarla bien, sino porque ahora puede hacer varias cosas con la persona de quién se ha enamorado y llega a llamar toda su atención. Al menos, en mi grupo de amigos, entendemos esa etapa. Y le damos su buena “bienvenida”, cuando regresan al grupo, con los sentimientos partidos y el corazón roto, después de terminada la relación.

Creo que es parte de la vida, y cada uno es un “mundo diferente”. Actúa de acuerdo a su personalidad. No todas las parejas son iguales y por lo tanto no se pueden comportar de la misma manera. Y por lo que a mi respecta, creo que soy algo distinto al resto (tal vez me darás la razón en este punto).

Si estás decidido y tienes tantas ganas de besarme, bueno, además que haz caminado un largo trecho para llegar aquí, por qué no te acercas ¿Me temes? No es que te tema, sino que me prometiste darme un beso. Por mi parte, sigo esperando, pero para que te animes, y porque me lo pides, me acerco más a ti.


Al parecer esta es una buena época de “Matrimonios”, la mayoría de personas que conozco se casan. Y no podía ser la excepción. Así, rápido como debe ser… “Antes que se pase la ilusión” (algunas personas dicen que eso se va a los 3 años). Después de mi cumple me caso. A la mayoría de mi familia le sorprendió la decisión que tomé, pues me quedé callado todo este tiempo. Recién presenté a mi novia en año nuevo. La verdad, al instante congenió con mis padres, se los ganó. Ellos también notaron que es una chica educada y muy carismática, aparte que es doctora. Por eso creo que trata de protegerme y cuidarme mucho. Qué le voy hacer, me dejo engreír. Mi hermano le decía que tenía que estar súper enamorada, para que quiera casarse conmigo, pues no sabía la “joyita” que se llevaba.
Cuando anunciamos el compromiso formal, todos pensaron que la familia iba a aumentar, con un sobrino. Pero no, queremos casarnos, a parte de estar muy enamorados e ilusionados por empezar esta nueva etapa en nuestras vidas, porque ella tiene una propuesta de trabajo en el extranjero. Al principio estaba en contra de esa decisión, pues era alejarse del ser a quién he aprendido amar y me he acostumbrado a ver, pero creo que ella tiene muchas ilusiones de también lograrse como profesional, y ese trabajo le sirve mucho en ese objetivo. Sé que he sido muy egoísta en ese aspecto. Aunque estuve como siempre, terco. Noté que ella no quería desaprovechar esa oportunidad, y le afectaba mucho mi actitud. Tan solo por verla contenta, fue que acepté dejarla ir, pero por un tiempo, pues tengo que arreglar mis papeles y viajaré junto a ella. Por eso que nos estamos apresurando con todos los preparativos.
Felizmente mis padres, están de acuerdo con la boda, nos están apoyando en todo. Lo más sorprendente de todo esto, bueno, a parte de que tener esta loca idea de casarme, es que he cambiado. Antes me despertaba malhumorado, enojado, con cara de pocos amigos. Tomaba desayuno solo cuando había algo con qué combinar el pan, si era “pan con soledad”, dejaba toda la mesa servida y me iba a trabajar. No salía mucho, me pasaba horas en la computadora, chateando o escribiendo. Paraba con todas las dolencias del mundo, pues sufro del hígado, claro, maltraté mucho a mi pobre hígado con tantas borracheras que solía darme los fines de semana, no había cuerpo que aguante a tanto trajín de malas noches. Ahora, estoy mucho más calmado, claro, con todas las pastillas que me toma, y que ella misma me las receta. Ahora tengo a una persona que está pendiente de mí y mis dolencias, lo maravilloso de todo esto, es que sabe cuál es la cura de ambos males que toda la vida me persiguieron. Estoy más comunicativo, ahora no bajo con amargura, al menos saludo y converso de mis cosas en la mesa, con mi familia. El cambio más radical, es que ahora no tomo. Antes mi lema era: “Si así es el amor, que hasta dejas de tomar, pues no me quiero enamorar nunca”. Pero uno nunca sabe cuándo van a tocar las puertas de tu corazón.
Todos los que me conocen, un poco que se burlan cuando les rechazo para ir a una fiesta o para tomar unas cervezas. A mí me da igual, total siempre he hecho lo que he querido. Pero mi enamorada, en acto de defensa, cuando vamos a reuniones, les dice a todos: “Él no toma, pues quiere cuidarme para que no me pase nada”. Súper enamorada mi cielito. Me da ternura cuando trata de defenderme. Claro que mis amigos me quedan mirando y no pueden creerlo, pues me conocen años y hasta ahora asimilan que uno puede cambiar. Y qué mejor cambiar para bien. Y más si es por amor. Todo está permitido. Pero ojo, no vayan a pensar que no me divierto. Claro que sí, a mi “chelita”, no la dejo, pero ahora me mido y no puedo dejar de pensar en mi novia. Quizás porque ahora la vida me importa mucho. Ya hay otros intereses, siempre me tomaré mis cervezas, incluso la pasaré bien, pero ya no necesito amanecerme para saber que estoy viviendo en plenitud la vida. Ahora sé muy bien que tan solo vivía la mitad, y ahora me siento más completo, estando con ella.




¿Qué piensas al mirarme de ese modo? La verdad, me preguntaba, sí tenías ganas de besarme, pues no te veo muy convencida. Sabes bien que siempre pasamos por este momento y llegamos a besarnos cuando nos encontramos, pero creo que hoy es distinto, pues no puede haber ningún obstáculo, porque nos impida besarnos, ni que nadie se pueda sentir mal. Yo noto ese obstáculo en ti. No, mira como me cuelgo de tu cuello, pero tengo miedo de caerme ¿Tan alto eres? No te preocupes, yo te puedo agarrar fuerte para que no te caigas, no creo que sea tan alto, pues puedes alcanzarme empinándote.

Se casa una gran amiga, bueno, una “amiguita”, no por el poco cariño que me tiene, sino por su tamaño. Aunque ya no nos vemos seguido, ambos tenemos un sentimiento grato, por las cosas que pasamos. Ella si ha tenido una relación larga, de varios años. A pesar de todas las cosas que han pasado juntos, han seguido con su relación. Al grupo de amigos, nunca nos ha caído bien su enamorado. Quizás por eso, dejamos de frecuentarnos. Ya que tal vez, nosotros le decíamos las cosas malas del comportamiento de su novio y ella lo negaba e incluso lo defendía. Para evitar esas pequeñas discusiones, inconcientemente, ambos lados se alejaron. Además, influyó mucho en que ella se consiguió un trabajo lejos de nuestro barrio, y se fue a vivir por allá, pues le resultaba muy tedioso venir hasta su casa. El que más salió ganando en todo esto, fue su pareja, él también vivía por su trabajo.
A pesar de todo, siempre íbamos a su cumpleaños todos los años, su familia nos recibía con mucha alegría y nos quedábamos hasta el amanecer. La pasábamos bien, a pesar que estaba su enamorado con cara de pocos amigos. El año pasado, llegué a su casa con la misma intensión, pero me di con la sorpresa que la pasó en su otra casa. Después de meses, revisando su Hi5, me di con la sorpresa que justo ese día, habían pedido su mano, y bueno, se veía en las fotos a una chica súper ilusionada y contenta. Les di la noticia a mis amigos y todos nos alegramos por ella. La última vez que nos vimos, la pasamos muy bien. Siempre en plan coqueto, la conversación siempre subía de tomo. Hablando del pasado, recordamos lo que vivimos, pero claro, ella no recordaba nada. Insistía en hacerle resonar, pues no entendía por qué no podíamos hablar de algo que pasó y que al menos podamos reírnos de las locuras que hicimos, ya que fueron muchas. Fue en esos precisos instantes y ante mi arremetida de preguntas, cuando se sincero y me dijo: “Recuerdo cada detalle de las cosas que hemos pasado, como si fuera ayer, y sé que fueron momentos maravillosos, locos y tiernos a la vez, pero es momento de olvidarlas, pues nunca debieron pasar, ya que tú siempre serás mi amigo”.

Señorita, solo me queda felicitarla y desearle muchas alegrías en esta nueva etapa de su vida, ya que sé muy bien que te lo mereces!!! Espero no haberme extendido mucho en esta misiva, y no “decir muchas incoherencias” o como tú misma me dijiste “a veces siento que no te sabes expresar, por eso que das muchas vueltas a un mismo tema”. Y te respondo: “Es que me gusta ver de distintos ángulos cada tema, no por querer encontrar la verdad, sino varias verdades”. Me gustó tu sinceridad al decirme las cosas, creo que uno necesita un “freno” para todo. A veces, digo cosas y las hago, pensando o no pensando, me salen mal o bien, pero no me arrepiento, pues por algo pasaron.
Muchos dicen que a pesar de que mis errores son muy visibles, sé defenderlos. Quizás los veo desde un lado diferente al que el común de las personas lo ven, y espero seguir con esa visión. Pero creo que, no siempre tengo la razón, suelo acomodar esa situación para verla o hacerla parecer buena, tal vez es el “floro” que me hace decir hasta “disparates”, para defender mi tesis. Algunos ya me conocen y dejan de “debatir”, pues saben que tengo más de una tesis para argumentar mis actos. No me molesta que me debatan o critiquen, lo que quizás me daña o hiere es la forma en que lo hacen, que no siempre es para mi bienestar. Fueron varias las ocasiones que me lo dijeron con cólera, con “mala leche”, hasta con envidia. A pesar que eres algo menor, siempre tuviste claras las cosas que decías, tal vez, te refuté algunas, pues “más sabe el diablo por viejo, que por diablo”, pero igual, no estuve a la altura de las circunstancias. Y creo que por eso debo pedir disculpas, no por el tema en el cuál discutimos (pues tengo muchas teorías para debatir largo rato), sino por que aún sigo siendo “voluble” y muchas veces “infantil”, y no me di mucho tiempo de conocer a una gran persona, como eres tú.

Me alegra saber, que a pesar de “todo”, al verme o escucharme, me regales una sonrisa (aunque muchas veces son enojos y sonríes irónicamente), creo que sé captar los mensajes, además soy algo “observador”. Y que podamos saludarnos y bromearnos (aunque pienses que soy demasiado “conchudo”), pero es bueno tener esa percepción. Debo admitir que, muchas veces me he sentido incómodo al tenerte al frente y al costado a una ex enamorada, pues ambas fueron y siguen siendo amigas, a pesar de lo que nosotros tuvimos, se comprendieron y supieron entender la situación, fue bueno saber que siguieron con su amistad a pesar de estar en el medio y que nunca tuvieron problemas por ello. Pero no lo he trasmitido ni lo he comentado, pues “el tiempo cura todo”. Quizás digas: “tenía sangre en la cara!!!) No te preocupes, lo mismo me dije. Cuídate mucho, sigue con tu dicha que hoy te embarga, bríndale mis saludos a tu amado novio y mis más sinceras felicitaciones, dile que pase la voz para su “despedida de soltero”. Espero que todo te vaya bien y que ambos sean muy felices. Lamentablemente te diré que, no tengo tarjeta CMR, ni Ripley, ni Tottus, ni Metro, ni Plaza Vea, ni Bonus, ni Única… nada… tan solo una de “débito”, que creo que no sirve de mucho, ¿verdad?

Ahora es el momento de besarnos ¿No? Tu mirada me dice que sí. Te puedo asegurar que no solo mi mirada quiere eso. Entonces bésame. Sí tú lo dices. Pero, espera. ¿Qué pasa, por qué me detienes? Antes, quiero que me respondas algo. ¡Qué momento el tuyo para preguntarme algo¡ Ya pues, respóndeme, si no, no hay beso. Si quieres que te responda, pues hazme la pregunta. ¿Quieres casarte conmigo?


jueves, 1 de enero de 2009

Empezando el año escribiendo.

Buena Suerte… Compañero!!!

Sé que serán pocas las palabras que diré en esta nota, pero solo quería escribir algo para empezar bien el año. Me rondan muchas cosas en la cabeza, miles de historias que contar. Algunas malas, otras buenas, pero la mayoría siempre me dejó una enseñanza. No sé si aprenderé a no caer en lo mismo, aunque lo dudo, pues tengo que tropezar varias veces para aprender la lección. El año que pasó estuvo cargado de ilusiones, muchas ilusiones, en mi vida sentimental me sentí fenomenal, a pesar de la distancia, debo agradecer a la persona que me hizo sentir algo que no había experimentado en mi vida. Si le llaman amor, pues creo que lo volvería a sentir. A pesar de todo lo que sucedió y como terminó. Ya ni siquiera somos amigos ni nada. Pero debió terminar así, para el bien de los dos. Aunque creo que más por su bien, pues en mi mente estará presente su alegría y su felicidad. Desde esta pequeña ventana, le deseo lo mejor, aunque haya dejado de leerme y de ser una habitual lectora de este espacio. Quizás más adelante lo lea, porque las heridas son profundas, pero no quería dejar pasar la oportunidad de agradecerle (siempre lo hice), por todo lo vivido, por su aprecio y preocupación, y sobre todo, porque me sentí en las nubes con su amor. No sé si fue sincero o no, pero lo que importa es que el producto fue muy bueno. Tan bueno fue, que me inspiró muchas veces a escribir crónicas de amor, de odio, de felicidad, de sufrimiento, de distancias, de todo un poco. Ella lo sabía muy bien, por eso que entiendo su lejanía por estos umbrales. Fue mi “Musa”.
Mis heridas van sanándose de a poco, el tiempo es clave en ese aspecto. Me siento mejor. No pensé salir del hoyo negro en el que me encontraba. Para mi mala suerte, volví a ver a una persona del pasado, que creí que me conocía totalmente. Pero me equivoqué. Me dijo muchas cosas que de un golpe certero en el mentón, me tumbó en la lona, que no me levantó pasados los diez segundos. Fue un remezón en mi vida. Lo peor de todo fueron sus palabras con mucha mala vibra, descargaba su odio hacia mi persona, porque a ella tampoco le iba bien. Me pareció muy injusto. Lo malo, es que todo lo que me dijo, era cierto. Dicen que la verdad es dolorosa, ahora la sentí con mucha más fuerza y con la guardia desprotegida. No le guardo ningún rencor a ella, solo espero que todas las cosas que me dijo aquella triste noche, también las tome en cuenta, que se escuche, pues ambos estábamos en la misma situación. Es verdad, intenté acercarme a ella, para poder olvidar y creo que también lo necesitaba. Incluso pensé en estabilizarme con esa relación, las ilusiones volvieron. No perdía nada y ganaba mucho. Otra vez jugué a la ruleta rusa, con el mismo resultado, apreté el gatillo haciendo salir la bala. Es extraño, pero a pesar de todas las cosas que me hace, sé que nos encontraremos siempre por ese camino oscuro, que solo ambos conocemos como la palma de la mano. Y hablaremos, reiremos y otra vez, pasará lo que tiene que pasar, para alejarnos sin decir nada del futuro inmediato. Ella cerrando su puerta y pensando que hoy lo olvidó, que puede tener otro amor, pero al despertar, se da cuenta que fue un error pensar eso, y que aún lo ama. Me despediré de ella, tomo la ruta más larga para llegar a casa, con la cabeza agachada, en medio de la soledad de la madrugada, pensaré que le hice daño, que no la amo. Me gusta, que es agradable su compañía, pero para volver tendremos ambos que claudicar en algunos aspectos, personales y sentimentales. Lo bueno, es saber que aún la puedo besar y sentir todo el pasado, lo malo, es saber que beso a una persona que está pensando en su verdadero amor, ella lo sabe, yo lo sé, pero callamos y dejamos que todo trascurra libremente. Es justo por esa libertad que nos buscaremos y ese día pasará de todo.
Tengo que agradecer a las personas que me ayudaron mucho con sus concejos, aunque cuando pasas por momentos malos, ninguna palabra es suficiente para calmar tu dolor. Pero me lograron levantar del suelo. Me dieron muchas fuerzas para salir del hoyo negro en el que me encontraba atrapado sin salida. Pero estuvieron ahí presente, a mi lado, poniéndome el hombro cuando necesitaba llorar, poniéndome buena cara, cuando necesitaba ver una sonrisa, poniéndome la cerveza, cuando me veían pésimo. No es fácil encontrar amigos, puedo decir que los tengo, y son de lo mejor, no los nombro ahora, porque esto es un resumen general, ellos saben cuando escribo sobre ellos, con otros nombres, con otra personalidad, pero se dan cuenta, porque hablo de sus historias.
Uno se llega a cegar. Pero el tiempo te da razones suficientes para que abras los ojos y puedas ver todo con más claridad. Te das cuenta de muchas cosas y toda tu ilusión se va por el retrete. Ahora te pones a pensar por qué amar a una persona que ya no te ama. Amas a la persona que antes te demostraba amor, pero ahora es distinto. Y si vuelves con ella, la encontrarás distinta y te demostrará todo lo malo, pues ya no le interesará demostrar su mejor lado. Cuando pierdes el orgullo es lo peor. Me di cuenta después. Pero aprendí. Ahora será distinto, eso espero.
Me ayudó también el trabajo que me obligaron, en cierta manera, a entrar. No pensé que sería tan difícil, me probaron, me presionaron mucho, me sentía cansado, exhausto, quise renunciar, pero un amigo me decía que aguantara, que así es el trabajo y que en todo centro laboral pasaba estas cosas. Mi honestidad, que no es una virtud, sino un deber de tenerla. Se vio afectada en ocasiones por los constantes cambios de los superiores. Ya las personas con las que tenía a cargo, no creían nada de lo que buenamente les decía. Reclamaba como un león furioso, pero me di cuenta que mis rugidos no podían ser escuchados, solo se perdían en el viento. Y poco a poco, me hicieron saber que estaba en una jaula y por lo tanto, éste “rey de la selva”, era uno más del montón. Como siempre mi antipatía flotó por los aires y me gané enemigos, rivales y todo lo demás. Cometí muchos errores en mi trabajo, por mi falta de experiencia en ese tipo de labores, lo reconozco. Lo molesto es que me prometieron el apoyo que nunca llegó, y que a otras personas si les llegaba. Miré alrededor y encontré varias jaulas, es ahí, cuando empecé hacer conocidos, por una misma causa, en contra de la opresión y la demagogia. Logramos lo impensado, cumplimos la meta, los de arriba estuvieron contentos y ahora tuvieron palabras de reconocimiento al trabajo realizado por este servidor. No creo que vuelva a pasar por lo mismo, pero nunca se sabe cuando uno tiene que pasar necesidades.
Lo más gratificante del trabajo, fue que pude conocer muchas personas humildes. Subí colinas y encontraba personas con quienes entablar conversaciones. No tenían nada, tenían grandes necesidades. Las casas eran de esteras, cartones y los techos de bolsas. El polvo era el pan de cada día. El sol era un espectador que agobiaba a todos. Caminar por sitios totalmente desconocidos y alejados, en donde terminaban las carreteras y los propios pobladores, con piedras sacadas de los cerros, hacían sus propios caminos. Era sorprendente ver como personas pueden sobrevivir a todos esos aspectos. Pero lo mejor y agradable era que nos recibían con una sonrisa en los labios partidos y sin dientes. Con un abrazo. Hasta cuando nos veían cansados por la faena realizada, nos invitaban almuerzos o gaseosas. Muy generosas las señoras. Quizás no tenían ni un centavo para ellos, pero se esforzaban por quedar bien con nosotros. Me di cuenta que las personas que más necesitan y las que tienen más carencias, son las más humildes y solidarias con las personas, pasa todo lo contrario con los individuos de la alta sociedad, aquellas que incluso tienen lo que se llama una “buena” educación. Me encantó encontrarme en el camino con personas tan solidarias y humildes. Me faltaban esos aspectos que pueden llegar a tener la gente. Me despedía de ellas siempre agradeciéndoles por su colaboración, pues a ellas no les pagaban ni un centavo, por ayudarnos a realizar nuestro trabajo. Claro que contaré más adelante sobre esas experiencias muy enriquecedoras para mi persona.
Espero que este año sea mejor, en varios aspectos, personales, sentimentales y educativos, pero mientras tanto, quiero agradecer a las personas que conocí en el 2008, que aún las veo y que posiblemente ya ni me recuerden. Agradecer a todos mis amigos que se portaron de maravilla todo el año pasado y me alegra de tenerlos, nunca cambien y si cambian será para bien. Un agradecimiento especial es para mi familia, a mis padres, hermanos y sobrinos, que sin ellos no tendría una razón para sonreír y secar mis lágrimas para que no se den cuenta que me siento mal. Y a todas las personas que por equivocación o por buscar buenas fotos y bajársela, han entrado a este portal, que son la mitad de visitantes que tengo. También para las personas que en silencio leen las historias aquí contadas, pero que no dejan su comentario. Para las personas que se sintieron contentas, tristes o amargas al leer todo lo que escribo. Espero mejorar cada día el contenido y ser mejor.
Señores y Señoritas… GRACIAS!!! Que tengan un Próspero Año Nuevo.
Les desea “El Huerta Perdido”.

jueves, 30 de octubre de 2008

Pequeñas cosas que importan

Una Noche de Halloween



Creo que la única vez que festejé el día de las brujas fue cuando cursaba el tercer grado de primaria. Venía de una gran unidad escolar estatal y a pesar de que no era un colegio religioso, se regían mucho de las costumbres católicas que dictaba la iglesia, ahí solo se hablaba del día de todos los santos o de la canción criolla. Por supuesto, uno a esa edad no le toma importancia a esos acontecimientos. En este caso, al mudarme de domicilio, estudié en un colegio particular, que festejaba todas las fechas de color rojo que había en el calendario y los días que ellos creían convenientes, como la semana de la fundación del colegio. Eran mucho más proactivos a las celebraciones y claro, se preparaban con mucha anticipación, pidiendo una cuota extra para que no faltara nada en sus actividades. La mala suerte la tenían mis padres y sus billeteras, porque a esa edad, casi siempre me llegaban a escoger como el “paje” de la reina de la primavera, lo que provocaba alquilar todo tipo de cosas relacionadas con el advenimiento de la primavera, el traje, hasta el carro alegórico en el que nos paseaban por todas las calles aledañas al colegio, para que vean y sepan los vecinos, lo tierno que se nos veía vestidos de esa forma. En el día de las brujas, cambiaban drásticamente los adornos de flores, soles y demás artilugios, para adornar los pasillos, las escaleras, las aulas completas de calabazas, brujas, telarañas y otras figuras que hacían referencia a la celebración de Halloween. No podía pasar desapercibida esa fecha y es más, todos en esa época no dejaban de hablar de la fiesta que el colegio organizaba para celebrar tan magno evento.
La presión estaba en el ambiente, mis compañeros de clase me preguntaban a cada rato con qué disfraz pensaba asistir a la fiesta, pues no querían pasar vergüenza viendo un traje igual al suyo. Entre ellos ya existía un pequeño código de ética, en el cuál respetaban el atuendo del otro, esto significaba que sí uno llevaba el traje de “Superman” y lo anunciaba con anticipación, nadie más se podía aparecer con el traje del “hombre de acero”. A parte de ello, las que confeccionaban los disfraces eran conocidas en el colegio y ya sabían a que estudiante le tocaba uno u otro atuendo, manteniéndolo en exclusividad por escogerlo anticipadamente y claro, por pagar más por el dichoso disfraz. Ellas eran las que más ganaban en ese tiempo. Por esos motivos no me dejaban en paz, con sus preguntas sobre qué máscara iba a llevar. Un día anterior, al parecer en el salón rondaba el misterio del traje que tenía planeado vestir para la fiesta. Eso atrajo mucho a las chicas, que desde pequeñas ya tienen ese instinto de curiosidad. Me trataban de sacar aquella importante información para saciar sus dudas. Por mi parte no le daba mucha importancia y sabía salir airoso de sus insistentes preguntas. La verdad, era que ese misterio también rondaba por mi mente, no sabía ni siquiera si me perdería de la fiesta, en donde los chicos de mi edad podían quedarse hasta altas horas de la noche, luciendo los trajes, pensando por un momento que uno es muy malo y comiendo a más no poder los dulces que nos regalaban los vecinos. Conciente estaba que mis padres ya habían gastado en el traje de “paje” el mes anterior y que iba hacer muy difícil que me den dinero para alquilar un disfraz. Había llegado el gran día, en la salida del colegio, todos quedaron en reunirse en un lugar céntrico para llegar en grupo a la fiesta. Con mi amigo Samuel, resignados paseábamos por las calles angostas del barrio, pues teníamos presente que sin un traje no íbamos a poder entrar en la fiesta del año. Cuando de pronto, ante nosotros estaba Camila, la chica más popular de nuestro salón. Aquella que nunca nos había dirigido la palabra, tan solo para decirnos que le entreguemos nuestro cuaderno para que lo revise la maestra. Nos lo pedía con toda la autoridad que le daba ser la asistente de la profesora. Nosotros nos quedábamos callados, no por tenerle miedo ni por respetar su autoridad, sino que al verla hablar nos fijábamos en sus hermosos ojos celestes, en su cabellera larga, rubia, las mejillas rosaditas y unos labios delgados, eso nos dejaba aturdidos, sin decir alguna cosa que le pueda interesar escuchar. Eso le irritaba tanto, que ni siquiera miraba a mi compañero, pero sabíamos que cuando nos hablaba también se dirigía a él. Miraba a su séquito de amigas que siempre la acompañaban a todos los lugares, se daba media vuelta y les encargaba que resuelvan ese pequeño problema. Claro, esas chicas aprovechando que nosotros estábamos concentrados en la retirada de Camila, nos arranchaban de las manos el susodicho cuaderno y se iban corriendo detrás de su líder. Todos moríamos por estar con ella. Pocos tenían el privilegio de entablar una conversación, de acompañarla a su casa o conocer a su familia, que gozaba de un gran prestigio en el barrio, eran muy respetados por ser educados y amables con las personas. El único que podía decir que era su amigo, era Luis, su vecino y compañero de andanzas. Luis, debía a ello su pequeña fama, se parecía mucho a Camila, compartían carpeta, se prestaban cuadernos, hacían las tareas juntos y trataban a todos con algo de pedantería, eran la pareja perfecta y preferida por todos los profesores del colegio y de la directora. La popularidad de Camila, no solo radicaba en su belleza, sino también en su inteligencia, era una de las mejores estudiantes del plantel y tenía ese estilo que toda persona necesita para triunfar. A su pequeña edad. Creo que me gané la antipatía de ambos desde el momento que me vieron llegar como un bicho raro a su adorado salón de clases. Y más cuando se dieron cuenta que a pesar de no pertenecer a ningún grupo popular, ya que me gustaba andar con los más molestosos e irresponsables del aula, curiosamente con ellos me sentía mejor, pues eran de mi misma clase social y compartíamos muchas cosas en común, además que me trataban de la mejor manera y me hacían reír mucho, en agradecimiento, les prestaba los cuadernos para que copien las tareas, me adapté muy rápido al salón. No podían comprender cómo una persona que sacaba las mismas notas que ellos, podía disfrutar de la compañía de aquellos seres que aborrecían y que trataban de evitar.

Pero esta vez, iba acompañada de una de sus mejores amigas, Paloma. A pesar que la amistad las unía, ellas eran completamente diferentes en el trato a las personas. Camila era más seria y directa, sabía lo que quería y hacia todo lo posible para lograrlo. Paloma era más dulce, sus ojos eran marrones claros al igual que su cabellera que le quedaba a la altura de sus hombros, su cara tenía una forma redonda, en sus mejillas siempre se dibujaba sus pequeños hoyuelos, tenía una mirada tierna. Te daba la suficiente confianza para acercarte y poder decirle las cosas, ella te observaba y te escuchaba con mucha paciencia y con una sonrisa encantadora que la caracterizaba, además era más solidaria con los compañeros. Creo que en el fondo ambas sabían que competían silenciosamente, pero para no enfrentarse, preferían estar juntas. Mi mamá desde que la conoció en el carro alegórico, el día de la primavera, ya que Paloma salió elegida como primera dama de la reina, que fue Camila, le pareció la niña más dulce del mundo. Incluso me llegué a enterar que con su mamá, tenían planeado hacernos novios cuando tuviéramos más edad, esa idea a ambas les fascinaba. Ya ni sabían qué hacer para vernos juntos. Cada vez que mi mamá sabía que tenía una tarea, se comunicaba con la mamá de Paloma, para que vaya a su casa hacer la tarea. No entendía razones cuando le decía que no necesita ir hasta allá para hacer las asignaciones, que podía solo, además ya había quedado con mis amigos, pero ella me decía que tenía que ir, pues Paloma me esperaba. Resignado iba a visitarla. Su mamá me atendía con mucho cariño, me recibían con alegría y entusiasmo. Por eso llegué a conocer mucho Paloma. Debo confesar que en el fondo me encantaba ir, además ambos sabíamos de las intensiones de nuestras madres, aunque evitábamos el tema, nos daba mucha risa lo que hacían. Lo único malo, era que al salir de esa casa, mis amigos me molestaban demasiado con ella. A esa edad uno trata de defenderse de esas acusaciones y bromas pesadas, sin medir sus palabras o provocar daño a la otra persona. Por eso, trataba de no entablar conversación con Paloma en el colegio, para que no me molesten y evitar que ella se sienta incomoda con lo que decían de nosotros. Creo que ella silenciosamente aceptaba ese trato y nunca me lo reprochó.
Ellas venían de probarse el atuendo que iban a utilizar en la noche. Paloma ya sabía que no me iba a encontrar en la fiesta, a pesar que ella y su mamá querían alquilarme un traje de “Batman”, que hacía juego con el de “Gatubela” que alquilaron para Paloma. Por eso se sorprendió al escucharme responderle a Camila, que de todas formas iba a ir a la reunión, pues ya tenía mi disfraz y que para mí era una grata noticia saber que ella quería ir conmigo a la fiesta. Con mi amigo Samuel, no lo podíamos creer, la chica que nos trataba mal por fin nos sonrió y esta vez quería que fuera con ella a la fiesta. Él me molestó en todo el trascurso hacia la casa con ella, y yo me sentía feliz. Me duró poco la felicidad, pues al entrar a mi domicilio, me di cuenta que no tenía cómo ingresar a la fiesta sin ningún disfraz. Samuel quería prestarme su máscara que con mucho esfuerzo logró conseguir, pero le dije que no se preocupara por mí, que le dijera a Camila, que me perdonara por no asistir y esperaba que no se enojara conmigo, como lo hacía cada lunes al pedirme cuadernos.


Mientras más se acercaba la hora de la reunión, me sentía mucho más triste. No había dicho nada en mi casa para que no se preocuparan, pero no podía ocultar lo que me sucedía. Pensaba mucho en Camila, en esos momentos, quería estar con aquella chica tan especial. Me gustaba no lo podía negar. Incluso me sentía el hombre más feliz del mundo cuando me eligieron ser su “paje” y gustoso estaba a su lado todo el tiempo, tomándome fotos, sonriendo a las personas que nos decían que linda pareja hacíamos. Deduje que si me había tratado bien, era porque en realidad quería entablar una amistad conmigo, eso me ilusiono mucho. Al parecer mi papá se dio cuenta que me sucedía algo. Apagó la televisión y me abrazó al ver que lloraba. Le conté todo, y en forma de reclamo me dijo que le hubiera dicho para alquilarme un disfraz, que él no sabía nada, que no me tenía que preocupar nunca por el dinero, que esa no era mi función en la casa, solo estudiar y que siempre hará de todo para hacerme feliz y no verme llorar. Me dio ánimos y me mandó a vestirme y lavarme la cara para que nadie notara mi tristeza, pues tenía que estar en esa fiesta. Lo quedé mirando asombrado porque sabía que algo planeaba. Mi padre siempre fue muy ingenioso al hacer las cosas, con tan solo ver cómo se hacían, él aprendía y con su estilo lo hacía, hasta ahora lamento mucho no haber sacado ni un poco de su ingenio y de su practicidad para arreglar los problemas. Agarró una manta de color blanco y cosiéndola por los lados, la transformó en un cono. Me lo probó en la cabeza, me quedaba algo grande, pero no importaba, luego hizo unos apuntes con un lapicero, dando forma a los ojos y nariz, para después cortar la tela. Me dijo, listo. Ya tienes tu máscara, que será tu disfraz. Ahora anda corre que se te va hacer tarde. Fue tanta mi emoción y mi prisa, que no le pregunté qué significaba esa máscara de tela y por qué tenía forma de cono, solo le di un beso y lo abracé fuerte, pues por su sutileza y sin gastar algún dinero extra, podía ir a la fiesta que tanto quería.
Cuándo llegué, todos me miraban, no sabían quién era el chico con la cabeza en forma de cono. Lo cuál me hizo pensar que era la mejor máscara de la noche. Busqué por todos lados a Camila, para que supiera que no le había fallado y se alegrara en verme, como se lo había prometido. Sorpresivamente se me atraviesa un “Hombre Araña”. Era mi gran amigo Samuel que me había reconocido por mi reloj que tenía la imagen del escudo de Ferrari y que nadie en el colegio tenía. Inmediatamente le pregunté por mi amada Camila, pues no sabía de qué estaba disfrazada. Me señaló el patio del colegio y me dijo que era la que estaba vestida de “La Mujer Maravilla” y que estaba bien abrazada de “Superman”, que era nuestro querido amigo Luis. Me confirmó Samuel, que ya los habían eligieron como mejor pareja y mejores disfraces. Me sentí fatal en esos momentos, pues ellos eran el centro de atención y se veían tan felices que decidí dar media vuelta y salir del lugar. Un profesor algo asombrado por mi máscara, me atajó en la puerta, impidiéndome salir. Me preguntó dónde lo había comprado. Le respondí sin muchas ganas, que mi papá la hizo. Algo preocupado me dijo, sí sabía en qué personaje se basó mi padre para hacerla. Ni idea, le contesté sin percatarme de su interés. Me mandó otra vez con el grupo de mi salón a formarme, pues ya iban a salir a la calle a pedir golosinas. Después pude comprender el asombro del profesor, pues mi máscara se parecía mucho a las que utilizaban los del “Ku Klux Kan” (KKK), lo que hizo ir al colegio a mi padre, para informarles que era una simple coincidencia, pues él se inspiró en los “Verdugos”, aquellos personajes enmascarados que se encargaban de cumplir las más atroces condenas. Por ese motivo, la popular tela blanca que utilicé ese día, se hizo más famosa de lo que hubiera pensando, todos querían ponérsela, para así fastidiar más a las autoridades del colegio. Pero decidí guardarla cómo una reliquia y porque esa noche que la usé fue muy especial. Hasta el día de hoy la conservo.
Una gran diferencia con lo acostumbrado en Estados Unidos, es que aquí los niños no se la pasan horas tocando cada una de las puertas de las casas que están en el barrio, pierden tiempo o son asustados por los ladridos de algún perro que custodia el hogar. Se dirigen inmediatamente a las tiendas de bazar para pedir los caramelos que cotidianamente venden. Algunos establecimientos se preparan para la ocasión y compran sus bolsas de golosinas para atender la demanda de los chicos y para quedar bien con los vecinos y caseros que mayormente acompañan al grupo para cuidar de los pequeños disfrazados. Pero siempre hay excepciones a la regla, al ver a todo el grupo que se acerca a su cuadra, las señoras de las otras tiendas se apresuraban para cerrar sus comercios y apagar todas sus luces, en señal de que no se encontraban y dejarán de tocar, pues no iban a abrir o atender. En venganza los chicos, después de esa noche, cada vez que pasaban por la tienda, tocaban el timbre y se iban corriendo, haciéndoles recordar su poco sentimiento solidario y su gran avaricia, por no darles gratis los dulces.



Fue bueno para mí volver al grupo, donde estaban mis amigos. Se me pasó la tristeza, me hicieron olvidar todo, pues teníamos una misión, dejar sin golosinas a los demás. Teníamos un plan, como era de esperar, lo primero fue, romper las reglas. Nos alejamos de todos y partimos a la calle por nuestro propio medio. Así pudimos llegar primero a las tiendas, que generosamente nos atendía y nos daban sus dulces, no nos llevó mucho tiempo en correr por todos los comercios abiertos a esas horas. Volvimos al colegio para poder saborear nuestro motín y reírnos de las sobras que habían conseguido los demás. Hasta nos burlamos del grupo de Camila, que llegaron sin nada. Claro, a ella y Luis tampoco no les habían dado nada, pero ellos nunca perdían, por eso a cada tienda que iban, les compraban no los caramelos, sino las galletas o chocolates anticipadamente, para que todos crean que a ellos los trataban de una forma especial. En esos instantes, me reconoció Paloma, raudamente se me acercó, me alzó un poco la máscara hasta ver mis labios y los unió con los suyos, no le importó que mis amigos o todas las personas que se encontraban en el colegio nos observaran. Me sentí igual que “El Hombre Araña”, cuando Mary Jean le da un beso, sin saber que es Peter Parker. Después me abrazó fuertemente y me dijo que pensó no verme esa noche, pero que le alegraba mucho saber que estuviera aquí. Me quedé helado, no imaginé nunca que Paloma me besara en aquel lugar y delante de todos, justo que tenía la máscara, sino todos iban a ver mi cara toda colorada. Me miró a los ojos, sonriente, antes de irse y dejarme solo en medio de todos, me dijo: “De qué te preocupas, si estamos disfrazados y nadie nos reconocerá”. Reaccioné cuando Samuel me pidió la mascara prestada para el próximo año, para ver si él tenía la misma suerte.
La relación después de esa noche con Paloma, no volvió hacer la misma. Ella fue la que se alejó, solo me enteraba de lo que le pasaba por Samuel, que se hizo muy amigo de ella. No olvidaré aquel beso, pues fue el primero que ambos tuvimos, me encantó que sucediera de esa forma tan sorpresiva y con la chica más dulce que conocí. Me pesa no haber reaccionado de otra forma o decir palabra alguna. En el salón las cosas tampoco fueron las mismas. Paloma se alejó del grupo de Camila. Samuel me comentó que discutieron por mi culpa, que ambas chicas se habían fijado en mis cualidades y que Paloma en cierta forma traicionó la confianza que Camila le había depositado. Mi amigo con mucha alegría me dijo que las dos chicas se morían por mí, que tenía el poder de elegir a la chica inalcanzable o a la más dulce. Se quedó sin palabras cuándo le confesé que no podía elegir a ninguna de ellas, pues me había enterado que solamente hasta acabar el año escolar me iba a quedar en el barrio. Mi familia ya había terminado de construir la que sería nuestra casa y otra vez, tenía que pasar por el procedimiento de la mudanza, conocer nuevas personas y adaptarme al nuevo colegio donde iba a estudiar.
Pasaron los meses. Terminé ese año en un honroso e inesperado segundo puesto, la profesora me confesó que si no tuviera tan bajas mis notas en conducta, hubiera sido el mejor del año. Camila se mantuvo en el primer lugar, pero era conciente que le había ganado en los resultados de los exámenes, por esa razón recibió sin mucha alegría el diploma, como en años anteriores. Paloma, para sorpresa de todos, logró el tercer diploma dejando atrás a Luis que se quejó por todos los medios por tal “injusticia”, se fue a su casa llorando, porque sabía que tendría que esperar hasta el próximo año, para que le compren su soñada bicicleta. Nunca más volví a ver a todos reunidos. Camila se me acercó y con una sonrisa me dio la mano, me deseo buena suerte en el otro colegio y que le encantó competir conmigo, a pesar de no ser amigos, le hubiera gustado conocerme y aprender cómo podía sin mucho esfuerzo lograr el cariño de las personas. Le agradecí por sus palabras y le dije que pensaba lo mismo, aunque para mí, siempre fue una persona especial. Años después, ella consiguió lo que se proponía. Al acabar la primaria, viajó a Estados Unidos y ahora tiene un buen puesto de trabajo en una gran empresa, aunque eso le ha costado mantenerse sola, pero no dudo que encuentre una persona ideal para ella. Con Samuel y mis otros amigos mantuvimos un contacto, que con el tiempo se fue diluyendo, pero me llegué a enterar que llegó a estar con Camila, hasta que ella se fue.
Recuerdo que al irme, pasé por la casa de Paloma. Les pedí a mis padres que me dieran tan solo unos minutos para intentar despedirme de ella, pararon el camión y me dejaron ir a su casa. Toqué su puerta de una forma alocada y desesperada, pero nadie llegó abrir. Me senté en la banca a esperar un rato, viendo triste la pileta que estaba en medio de aquella calle. Afligido y sin lograr mi objetivo me di media vuelta y me subí al camión de mudanza. Volví la mirada a su casa, para tratar de recordarla siempre y descubrí que ella me había mirado en todo ese tiempo por la ventana de su cuarto. Noté que estaba llorando y al darse cuenta que la había descubierto me hizo con la mano el gesto de despedida. De ella hasta ahora no tengo mucha información, nunca supe si se mudó o sigue ahí viviendo en la misma casa donde jugábamos de pequeños. Ahora cuando pasó por ese lugar, recuerdo aquellos momentos que siguen presente en mi mente. No puedo creer que aquella chica con la cuál me divertía y la pasaba bien, tenía en su pequeño corazón un sentimiento que era algo más que amistad y del cuál no fui capaz de comprender ni entender. Sin darme cuenta que era lo mejor que me había podido pasar, pues era un sentimiento puro y tierno. Pero estaba cegado por fijarme en la chica más linda y popular, en la que siempre sobresale en todo, en alcanzar algo que es imposible llegar a tenerlo. Siempre en mi vida se ha repetido esta historia, me fijo en la persona menos adecuada, en la que me hace sufrir, en la que me deja queriendo solo, en la que no se merece el amor que le brindo y nunca me doy cuenta, a tiempo, de aquellas personitas que siempre estuvieron a mi lado y que me aceptaron tal cómo soy, sin pedirme nada a cambio, tan solo mi compañía.
Las veces que ocasionalmente he vuelto al barrio, trato de pasar por la casa de Paloma. Observo la banca, la pileta y me fijo de vez en cuando en la ventana de su cuarto. La verdad, es que no sé si la reconocería, no sé si ella se acordará de mí, por que han transcurrido muchos años desde mi partida. Tengo aún la pequeña ilusión que cada día se desvanece de volver a encontrarla para poder despedirme como siempre quise, devolviéndole el cariñoso abrazo, agradeciéndole por su amistad y cariño que me hicieran muy feliz, pero sé perfectamente que es muy difícil, por eso me dio media vuelta y resignado por lo cruel que es el destino, regreso a casa. Ahora cada vez que miro a los niños de diferentes edades pasar por mi lado, enmascarados, con sus disfraces, pidiendo golosinas, riéndose y disfrutando al máximo de su niñez. Mientras voy camino a festejar el “Día de la Canción Criolla”, en un bar por el centro de Lima. Vestido con una camisa a rayas, mis jeans y mis viejas zapatillas. Recuerdo aquél beso que me regalaron, como el dulce más preciado de todos los tiempos, que una persona me ha podido brindar, en esa lejana y añorada noche de Halloween.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Crónica de un pseudo periodista.

¡Bienvenida, Soledad!



Miro mi celular, pues me doy cuenta que mi reloj que tiene como símbolo el “Cavallino Rampante” de Ferrari, se le ha acabado las pilas y no funciona. Son las 4:30 de la madrugada. Mis ojos aún me arden, me siento cansado, pero no logro conciliar el sueño. Otra vez, vuelvo a sufrir de aquél insomnio tan peculiar en mí. Ya puedo escuchar los carros que pasan por mi calle y la gente que con pasos raudos se lanzan a alcanzarlos para llegar a sus respectivos trabajos. Prendo el televisor. Como siempre hay malas noticias, puras muertes y asesinatos ocurridos en la madrugada. “Mientras todos dormían”, fueron las palabras del buen conductor televisivo, que todos admiran no por su sobresaliente nariz, sino por su gran carisma. Me levanto sin más remedio. Me ducho. Vuelvo a la cama. Observo más noticias. Me aburro. Me voy a la computadora. Abro mi correo. No hay nada interesante. Pongo las canciones de Andrés Calamaro de fondo. Me animo a cantar algo, eso me hace sentirme despierto. Aunque sé que todo el día estaré con una cara de zombi. Me leo los periódicos nacionales e internacionales. Miro mi blog, para saber cuántas personas han entrado a leerme, no hay muchas, ni siquiera puedo llegar a la lista de los 512 blogs más leídos del país, menos estar entre los 100.000 páginas más vistas de la Web. Todo un desastre pero no pierdo las esperanzas de algún día estar entre los más leídos y así hacerme más conocido, aunque tenga que luchar contra el blog de “las nenitas supercalientes de Lima online”. No soporto más el calor que ahora se siente en la ciudad, aunque en las noches siga haciendo el mismo frío de siempre. Salgo a la calle en contra de mi voluntad, soy más hogareño, pero a veces uno necesita respirar aires frescos y sé que en mi casa no conseguiré nada.
El sol es mi peor enemigo, siempre se me irritan mis ojos. Por eso trato de no salir de día, la noche es más amable con mi cuerpo, me siento como un pez en el agua. Mis pasos ahora son lentos. Salgo con mi pequeña cámara fotográfica. Tomo fotos de personas mendigando, de chicos limpiando parabrisas de los carros, mujeres con sus pequeños hijos en sus brazos vendiendo caramelos y todo lo que rodea la gran Lima, “la Horrible”. Fotografío a esas personas, pues viéndolas puedo sacar una historia detrás de cada una. Aunque no soy muy detallista en mis escritos, soy muy observador con la gente, y me gusta deducir qué les intriga, qué les pasa, algo medio detectivesco, pero me funciona para mis personajes que vagan en aquella huerta perdida que he creado para que puedan ver la luz, aunque ficticiamente. Tengo hambre. Entro a un restaurante del centro. Pido un menú de 7 soles. Justo están dando el partido del Barcelona español, mi equipo favorito. Sin prisa, para alcanzar a ver completo el juego, comienzo a devorar lentamente la comida que me había traído el mozo.
En la mesa del costado, una chica con una cabellera roja y vestimenta de trabajadora bancaria, mira impaciente el reloj. Parece que espera a alguien, pues observa siempre a la entrada del local. La mirada de los comensales ya le resulta incómoda, encima que varios tipos que están tomando, no le quitan los ojos de encima. Y no es por nada, pero la chica tenía una belleza desbordante. Claro que también se sentía incomoda cuando la miraba. Pero sus problemas se resolvieron cuando el impuntual de su enamorado, por fin llegó, pero ella no lo recibió mal, más bien esbozó una linda sonrisa y lo llenó de besos. Él con gestos cariñosos le hablaba del tráfico y sus problemas que hicieron que demorase. Ella coquetamente jugaba con aquella falta, cometida por el hombre de su vida, se hacia por ratos la engreída y buscaba una respuesta cariñosa que le hiciera creer todo lo que decía el novio, sin dudar en ninguna palabra. Se nota que cuándo uno está enamorado los defectos de la otra persona parecen graciosos, hasta comprensibles y perdonables, pero cuando ese amor se va por diversas razones, uno ve como algo sorprendente las cosas a las que estaba acostumbrado y piensa cómo pudo soportarlas o aguantarlas tanto tiempo. Puede incluso, llegar a sentir que no eran propias de una persona de su altura y que merecía más de aquella persona, que ahora se le puede ver sobre los hombros, cuándo antes solo se le encontraba en el cielo. La muchacha pelirroja, saca ansiosa de su bolso un pequeño regalo, le dice que se lo compró con mucho cariño y esperaba que le gustara. Él sonrojado no entendía el motivo del regalo pues no cumplían ningún aniversario. Ella riéndose le dice que lo abra y se deje de preguntar tanto. Era un mp4 color plateado. Me encanta le dijo él, pero ¿A qué se debe esta sorpresa? le preguntó. Ella con un fuerte abrazo le dijo: “Feliz día del periodista, tontito”.No era el único despistado en aquellas celebraciones, a mí también se me había olvidado por completo. Antes lo tenía muy presente y claro, vivía en ese ambiente. Ser parte de los “cronistas” del Congreso, tenía muchas ventajas. Los “padres de la patria” se esmeraban por hacer cumplidos a la prensa, nos daban pequeños presentes y a sus engreídos más cosas, por supuesto, pues por ellos, aquellos congresistas eran conocidos por el público y no quedaban mal con sus votantes, claro que las cosas cambiaban cuando eran asediados por la prensa, no por cometer acciones buenas, sino por alguna falta grave. Era de suponer que a mí no me tocaba gran cosa, pero tampoco me lo esperaba, pues trabajaba para un medio de provincia que se limitaba tan solo a las noticias de los congresistas de la localidad, que a decir verdad, no daban mucho material para redactar una noticia sobre sus planteamientos. Por eso se ponían contentos cuando los entrevistaba para el diario. Después, bastante molestos con mi nota, ellos me mostraban que sus respuestas eran aprovechadas por el director del periódico para hacerlos quedar mal.



Recordando esas buenas épocas me dieron ganas de celebrar este día. Tan mal no me podía ir, además aún conservo las credenciales de los medios por los que he pasado. Y para eso están los amigos. No busqué a mis colegas pues ya sabía dónde los podía encontrar, en la “Isla del Paraíso”. Es el único local que entras sin pagar ni un sol, tan solo te piden tu carnet de prensa. Asistí a aquellas fiestas en esas épocas, nunca en mi vida observé a tantos periodistas juntos, bailando y haciendo una interminable cola para conseguir la jarra de cerveza. A la mayoría no los conocía, pero no faltaba uno a quién reconocer, por el medio o por pertenecer a la misma facultad de comunicaciones. Aunque solo nos conocíamos de vista nos saludábamos como si hubiéramos compartido miles de anécdotas. Bueno, uno con cerveza es amigo de todos, las diferencias que antes había se disipaban en esos instantes y claro el tema siempre era el medio en que trabajabas, si te pagaban bien o qué tipo de jefe te tocó. Después de esas reuniones las relaciones entre nosotros eran más cercanas, conocías a la chica creída y más bonita de la redacción o al chico tímido que solo se limitaba a escribir y se iba directo a su casa. Se formaba buen ambiente, claro, hasta que llegaba el editor y nos ponía como hormigas a trabajar.
Es raro, siempre me pasa cuándo necesito de algún amigo. Al llamarlos, ellos estaban haciendo otras cosas. Es de suponer pues ninguno está en un medio de comunicación y por supuesto ni se acuerdan de que hoy es el día del periodista. Por eso cuando miraba mi celular por si había algún mensaje o una llamada perdida, no encontraba nada. Aunque les mandé mensajes de texto, para ver si nos podíamos reunir, cómo quién no quiere la cosa, ninguno me respondió. Pero se me dio por ver la agenda telefónica y ahí de casualidad leí el número de una de mis ex enamoradas. No la veía desde el día de mi cumpleaños. Me encantó verla esa noche, pues nos divertimos cómo nunca, bailamos a más no poder y tomamos como si fuéramos vikingos. A pesar que nuestra relación duró medio año, nos conocíamos desde pequeños. Vivíamos en el mismo barrio, así que no era difícil buscarla y encontrarla. Por eso creo que tuvimos muchos reencuentros con ella. A veces nos volvíamos a ver en una fiesta de algún amigo en común y sentíamos que el tiempo no había pasado, pues las miradas cómplices eran cómo en nuestros mejores tiempos. Cuando bailábamos, nos agarrábamos de las manos, entrelazados los dedos intentaba acercármela para sentir su cariño. En silencio aceptaba mis afectos y me abrazaba. Creo que el abrazo es muy necesario en una relación, significa un apoyo de la pareja, un consuelo, un sentimiento que cualquiera te lo puede dar, pero si alguien a quién amas te lo brinda, sientes una sensación de alivio y comodidad. Tanto sentía su ternura, que me provocaba quedarme dormido en sus delgados hombros para siempre. Quizás sienta esos deseos de protección, no por falta de cariño o de afecto, pues estoy acostumbrado desde pequeño a recibirlo, sino es que me gusta darlo y que buenamente me lo brinden, en algunos momentos se necesita sentirlo, para saber que no estás tan solitario en esta vida tan dura que te tocó vivir. No solo nos quedábamos en abrazos, manifestábamos nuestros sentimientos al besarnos apasionadamente. Sentíamos que en el mundo solo existíamos los dos, pues muchas personas estaban en contra de nuestra relación. Sembraron dudas en el camino de ambos, pero a pesar de todo, el cariño que nos brindábamos seguía intacto. Aunque al menor descuido o pequeña discusión, decidíamos terminar. Y eso pasó muchas veces. Con idas y vueltas, con pareja o sin pareja, siempre llegábamos al mismo punto. Huir de las personas y disfrutar de, al menos, un pedacito de cielo en medio de tantas dificultades.
Debo confesar que nunca luché por ella, por aquel amor que muchas veces le insinuaba sentir. En ese tiempo dejaba pasar las cosas tal y cómo vengan, sean malas o buenas. Por ello, muchas cosas importantes perdí, personas que hoy recuerdo con cariño, aunque sé que nunca volverán, ni tendré la oportunidad de decirles cuánto lo siento. Me fui siempre de su lado, porque también notaba en ella esa falta de ánimos, no me ponía las pilas ni me retenía. La frialdad siempre me dañó. No me gusta que las personas me muestren ese lado de su ser. Menos una persona que me demostró tanto cariño y una acogedora felicidad. Me siento dolido cuando noto que la frialdad otra vez me ataca, con diferente rostro, en distintas personas, pero con el mismo deseo y objetivo. Mandarme al destierro, al frío invierno del polo norte, para que recuerde mis errores y me flagele con la pena de haber perdido algo maravilloso que nunca lo supe retener. Después de cada beso con ella, sabíamos que ambos teníamos que recorrer un camino distinto. Nuestras vidas eran completamente opuestas, las metas diferentes y los amores también. Al partir de su acogedor nido, siempre me iba con la cabeza agachada, pensando que si me sentía mal, ella se podría sentir peor. Pues los besos y abrazos se desvanecían al amanecer. Hasta que el día de mi cumpleaños, ella me buscó y no me arrepiento de encontrarla, pues después de mucho tiempo no me divertía tanto junto a ella. Al terminar la velada y dejar a todos en sus casas, nos encontramos solos, frente a frente, parados en el mismo lugar en el cuál, renacía nuestro más logrado secreto y nos dejábamos llevar por nuestros sentimientos. Pero me dijo, algo que siempre recordaré, mirándome a los ojos “Gracias, por estar ahí cuando siempre te necesitaba”. En esos momentos no pude contener las lágrimas, pero ella no lo notó, pues me abrazaba fuertemente y no dejaba de decirme lo mucho que me quería, que era una persona especial y que siempre quería decirme estas cosas, por eso aprovechaba en decírmelas pues sabía que era el día y el momento de decirlo. Es ahí, cuando llegué a entenderla. Las veces que nos juntábamos, no era solo porque yo la necesitaba, sino que ella sentía lo mismo. Por eso que me dejaba irme sin retenerme, pues sabía bien que volvería y otra vez, me iba a necesitar.
La llamé, no con ánimos de volver a besarla, sino por querer tener una grata compañía, además las cosas para mí estaban muy claras. Era momento de conocer a la amiga que me tenía que ver en ella y que ahora recién se mostró cómo tal. Me respondió muy sorprendida, pues sabía muy bien que no soy de llamar a las personas. Le dije para salir, ella dudó por un momento, pero ante tanta insistencia de mi parte, aceptó. Me sentí aliviado, pues por fin iba a empezar a celebrar este día. Fui a su trabajo, me pidió que la esperara, ya que se le había presentado un imprevisto. Pasó una hora y no salía, yo seguía escribiendo mi relato que ya empezaba a tomar forma. No aguanté más y la volví a llamar. Con voz tímida, me dijo que no iba a poder salir conmigo, pues no acababa de hacer sus cosas. Tratando de no ser irónico, le respondí que “no se preocupe” (siempre digo esta frase, mi mamá se ríe muchísimo al escuchármela, pues cree que todo lo tengo planificado y sé solucionar las cosas y yo me río con ella, pues sí supiera la verdad no se estaría riendo tanto) que ya otro día será y colgué. La verdad es que no sentía cólera, sentía desilusión, pues según ella, estaba cuando la necesitaba y cuándo yo la necesitaba, no estaba. Caminé unas cuadras, esperaba que el semáforo cambiara. En eso una camioneta 4x4, se estaciona al frente de un restaurante. No me sorprendí al ver bajar del auto a la chica, que me había hecho esperar una hora y que tenía mucho trabajo, de la mano de su jefe, desbordando felicidad.
Ya era tarde, me compré cerveza para llevar a mi casa y ahí acabar con el relato que me propuse hacer desde temprano. Es curioso, ahora se me da por escribir en fechas importantes para mí. Aunque sé que la mayoría de mis amigos más cercanos (por no decir, ninguno) no han leído las tonterías que escribo, a pesar que les comento algo ilusionado y con muchos ánimos, lo emocionante que fue escribir aquella historia que ellos no se deben perder en leerla. Se interesaban, pero al encontrarlos por el MSN, les recordaba que visiten mi página, pero nunca tenía tiempo para leer mis cosas, más bien tenían sus propios problemas, más importantes que una historia ficticia y que ya les había comentado de qué trataba. Ahora me empezaban a contar sus cosas, y yo no dejaba de escucharlos o leerlos, para ayudarlos. Pero en venganza, a sus insolencias ante mis humildes relatos, ahora escribo sobre ellos, sobre sus problemas, total, ni se darán cuenta y cuándo lleguen a reclamarme por algo que aquí he dicho, pues recién sabré que al menos me leyeron.
Abro las botellas, me encuentro al frente de la pantalla de mi PC. Hace poco, una amiga que se interesó tanto en mis escritos, me preguntó que parte de mis relatos eran realidad y cuales eran ficticios. Le respondí que trataba de escribir lo que se me venga a la mente, algún suceso que me ha pasado pero cambiándole siempre el final o el comienzo, el personaje o el momento. Que no me creyera nada, que a veces trataba de mezclar las cosas para llegar a una realidad que nunca viví. Al leer mi última crónica publicada, algo preocupada por el tema que se trataba, me volvió a preguntar tímidamente, si lo que contaba en esa historia que parte era verdad o y cuál parte era ficción. Le dije que lo que había leído era todo cierto, que así era mi vida, que así había pasado mi cumpleaños. Se quedó callada y algo consternada por mi respuesta, me dijo: “Cuánto hubiera querido que ese relato fuera ficción”.
“¿Sentiste alguna vez lo que es, tener el corazón roto. Sentiste a los asuntos pendientes volver, hasta volverte muy loco?...” se escucha la voz aguardentosa y con mucho sentimiento de Andrés Calamaro por toda mi habitación, acompañada de mis aullidos que pretenden llegar a las notas pobres de aquél cantante que no es famoso por su melódica garganta, sino por sus tristes canciones, que no solo habla de drogas, sino de desamores y malos pasos. En esos momentos sentía que esas canciones, eran mías, pues relataban tal cuál mis vivencias. Eso me pasa al escuchar todo tipo de canciones, siempre digo que puede una canción sonar y ser un éxito de temporada, pero solo se le toma de moda, pero hay canciones que son para toda la vida, pues al escucharlas sientes que puedes ser tú el de la historia, y cuándo las vuelves a escuchar después de tiempo, se te viene a la mente un sin fin de historias y relatos, que los creías olvidados. Una persona recientemente me dijo que no le gustaba mi pesimismo, que me sentía muchas veces derrotado antes de emprender una competencia, que me aferraba a una botella de cerveza para olvidarme de las cosas y que muchas veces, ella trató de sacarme de ese hueco en el cuál me atrincheraba cada vez que no tenía fuerzas. Ahora ella se cansó de apreciar tal espectáculo del cuál prefirió con mucha tristeza y buen tino alejarse. Es curioso, escuchar esas palabras de aquella persona, pues cuándo estaba con ella, siempre me sentí un ganador.
“Estoy vencido porque el mundo me hizo así, No puedo cambiar. Soy el remedio sin receta y tu amor mi enfermedad. Estoy vencido porque el cuerpo de los dos es mi debilidad. Esta vez el dolor va a terminar…” y sé que terminará, porque ya mis lágrimas empezaron a secarse, porque el amor se puede sentir de un solo lado, pero es triste y se sufre mucho. Me sentía orgullo cuando me pasaba, pero ahora que llegué a sentir que por fin alguien me amaba, me gustó tanto estar en ese estado, que ahora no concibo la idea de sufrir más. Sigue resonando en mis oídos aquella estupenda canción y otra vez la hago mía. Y me pongo contento, no por recordar a la persona que se la dedico, sino porque me doy cuenta que ya he terminado mi relato. Busco alguna foto que vaya con el tema y listo. Le doy “clic” en publicar y soy feliz, al verla ahí, junto a mis otros escritos. Sé que casi nadie lo leerá, pero me nace escribir. Es lo único que trato hacer bien y soy conciente que me falta mucho, pero por eso no dejo de redactar. Es mi naturaleza. No sé si por esto me metí a estudiar para periodista, aunque muchas veces no ejerza esa profesión. Pero creo que aún sin tener un título que me avale como tal, me siento uno de ellos, aunque ellos muchas veces, no se sientan parte de mí.
Veo a mí alrededor. Hay varias botellas vacías esparcidas por todos lados. Es ahí cuando me doy cuenta que ella está a mi lado. La noto ahora resplandeciente, luminosa, como renovada. Me queda mirando a los ojos. Le sonrío. Le hago un gesto para brindar nuestro reencuentro. Me enamoro más de ella. La extrañé. Tanto tiempo sin verla y ahora sin que la llame está ahí, a mi lado y con muchas ganas de quedarse, pero esta vez para siempre. Sabía que iba a venir, tarde o temprano, hubo un momento en mi vida que me hicieron olvidarla completamente. Pero a mí, los sueños bonitos no me duran nunca. Y la realidad me choca una vez más, contra la pared. Resignado y con el último sorbo de la botella de cerveza, ella me dice: “¡Feliz día del periodista!” y yo le respondo: “¡Bienvenida, Soledad!”.


jueves, 4 de septiembre de 2008

¿Feliz Cumpleaños?

Un día más: el 5 de Septiembre



Salgo de casa. El camino es largo. Pero me voy con una sonrisa que se desvanece al cerrar la puerta. No soy de las personas que demuestran sus momentos malos ante mi familia o seres queridos, siempre quise mantener mi hogar limpio y protegido de los problemas que me han aquejado, son muchos, pero ellos nunca se han enterado. Al menos tengo la suerte de no haberme pasado nada grave, pero a veces, siento la tentación de gritar todo, de decir lo que siento, de acurrucarme en sus brazos y sentir ese apoyo que tanto necesito. Todos estos pensamientos se me pasan al ver cuando me sonríen, a pesar de que me cuentan que también tienen problemas y que para su tranquilidad me notan calmado, disfrutando de mi vida. Recuerdo mucho que mi padre me dijo alguna vez, que ellos no se preocupaban por mí, pues confiaban mucho en lo hacia y deshacía, en mis decisiones que llegaban a distanciar de mi existir, todo los males. Casi se me salen las lágrimas en ese instante, pero mantuve ese temperamento que me ayuda a no caerme frente a ellos.
La pista está mojada, desde las primeras horas del día no ha dejado de llover. Estoy acostumbrado a tener que soportar este clima, de la famosa “panza de burro” que siempre ha cubierto Lima, desde que tengo uso de razón. Incluso al escuchar las historias que cuenta mi padre al hablar de mí. Creo que siempre recordará con cariño el día que me conoció, pero también, no se le borra de la mente ese día de lluvia y de baja temperatura. Ahora, se vuelve a repetir, con mucha más crudeza, pues la neblina y el grado de humedad habiendo llegado al 100%. Todas estas características juntas hacen de este un horrible día.
Al pasar por aquel callejón que tengo que cruzar para acortar distancias, yendo al paradero de buses. Me decido abrir el pequeño sobre que me entregó mi madrina. A pesar de los años y de las inclemencias, siempre ha venido a visitarme. Claro, antes ella venía acompañada de mi abuelita, que hasta el último año de su existencia, no dejó de estar presente para saludarme. Hoy se ha sentido su presencia y creo que no he sido el único que lo notó. Mi mamá estaba acostumbrada a verla este día. Y ahora mira con nostalgia a mi abuelo que ha tomado la posta de su mamá. Quizás, quiera grabar en su mente estos pequeños momentos de felicidad, para recordarlos toda la vida.
Desde pequeño no he estado acostumbrado a festejar este día. Fue por propia decisión. Creo que mis padres nos enseñaron a valorar las cosas pequeñas de la vida. No me moría por tener a todos mis amigos de la escuela metidos en mi casa, revoloteando, haciendo bulla o embutiéndose todos los dulces que encontraban en la mesa, esperando tan solo que acabe el show del payaso para irse raudos a sus casas, con su pastel en la mano. Aunque tenía esa tentación, pues podía tener más de un regalo. Me acostumbré a pasarlo en familia, en vez de dulces, mi mamá me preparaba la comida que más me gustaba. No había una torta de chocolate con mi nombre dibujado, pero no faltaba un delicioso pastel de manzana. Tampoco tenía de regalo el juguete de moda, pero recibía una cantidad considerable de dinero, que para un niño de mi edad o de mi barrio era más que suficiente. Hasta llegué a sacar una cuenta bancaria. Creo que con esa plata, me hubiera comprado lo que quería, ropa, algún juguete nuevo o una pelota de fútbol, pero ya en ese tiempo, se hacia notar mi personalidad indecisa. Claro que después de años y en momentos de escasez económica que pasó mi familia, contribuí a palear en algo las cuentas familiares.


Ya siendo adolescente y cursando secundaría. La costumbre y las chacotas de todo chico de esa edad, hizo que ocultara este día. Pues cuando teníamos conocimiento de que un compañero de aula, cumplía años, no por propia boca del cumpleañero, sino que nunca falta en la escuela la niña chismosa o la profesora orgullosa de su alumno, siempre lo esperábamos a salida del colegio. Todos nos dispersábamos en grupos para hacer cada movimiento. Unos compraban el kilo de huevos, con el dinero que habíamos dado en el salón para, de cierta forma festejar con nuestro propio estilo, al amigo que cumplía años. Otros se quedaban esperando en la puerta de salida y por sea caso, en los posibles escapes que podía tomar al sospechar nuestra actitud. Las chicas también hacían lo suyo, eran el toque de distracción y las encargadas de llevar al cumpleañero a la cueva de lobo, en donde lo esperábamos ansiosos y con mucha risa, al imaginarnos lo que le esperaba. Ni bien lograba pasar el umbral de la puerta de salida. Una lluvia copiosa de huevos caía directo a su cabeza. Algunos corrían desesperados, llegando a escapar, pero siempre volvían por las chicas. Sabiendo el destino que me esperaba y conocedor de que muchos querían vengarse por estamparle un huevo en su frente, siempre oculté este día. Y todos esos años, de tanto mentirles y aprovechando sus frágiles mentes, para ellos, nunca supieron que mi cumpleaños caía un día de clase, sino un sábado o domingo, alejado de las aulas.
En esa época y con el trascurso de los años, dejando de lado un poco las bromas y los excesos que cometíamos antes e influenciados por las costumbres de las chicas, tomamos más importancia al día en que nacimos. Además, ellas querían saberlo, ya que se empezaban a interesar más por nosotros, quizás ya no nos veían como compañeros de clase, sino como posibles parejas. Incluso, se venía el año de las quinceañeras, trayendo como consecuencia los famosos “Slam”, que eran unos cuadernos de hasta 100 hojas, en donde se hacían distintas preguntas, con el solo propósito de hurgar en el pensamiento de aquellas mentes jóvenes y ansiosas de vivir, que les interesaban. Todos los participantes agarraban un número y tenían tan solo 2 reglones para responder. No podía faltar la pregunta que todas querían saber y que le daba prestigió al famoso cuadernito ¿Quién te gusta del colegio? Muchos la dejaban en blanco, pero cuando alguien se animaba a ser sincero, era cuestión de horas nada más, para molestarlo por su respuesta. Siempre ponía en ese campo el nombre de la profesora más joven y hermosa del colegio, lo cuál me costaba muchas críticas, pero me ceñía a lo que me preguntaban y era válida mi respuesta, pues querían que ponga el nombre de una compañera de clase. Por eso no me preocupaba responderla, aunque no fuera cierta, me servía para ocultar lo que sentía. Lo que si no podía solucionar, fue cuando llegué a la pregunta ¿Cuándo es tu cumpleaños? Cuando me animé a responderla, fue la sensación del salón, y todas me miraban con caras de ternura, pues por fin me animaba a debelar el misterio del día de mi cumpleaños, lo que no sabían era que puse “8 de septiembre”. Desde ese momento, todos me saludaban ese día. Lo cuál, me hacia sentir bien, pues no me preocupaba tanto de esa fecha. Además que podía festejar con ellos, por fin mi santo, el cuál ya había pasado unos días antes, para esos momentos. Hasta ahora, que ya todos saben en realidad mi verdadera fecha de nacimiento, no falta amigos de colegio que me saludan el 8.

En la universidad fue distinto, pues no tenía muchos amigos. Conformé un pequeño grupo de, paradójicamente, cinco amigos. Nunca me gustó el número 5, hasta ahora mis numerales de la suerte son pares, no impares, pero el día, el mes y el año en que nací, están compuestos de números impares. Supongo que fue rebeldía ante el destino y escogí como número de suerte el 8. Andábamos por todos lados, tratando de apoyarnos para sobrevivir en aquel centro de estudios, pues sabíamos que solo pocos lograban terminar la carrera. Solo dos, lograron esa meta, los otros, encontraron otra forma de solventarse la vida. En ese tiempo, se acostumbraba a invitar a todos los conocidos y los más populares de la universidad a la casa del cumpleañero. Era muy importante saber quién iba asistir a la reunión, pues de ello dependía el éxito de la fiesta. Por eso evitaban invitar a los que no eran muy conocidos en la universidad, los huraños o antisociales, por eso creo que no recibía invitación alguna. Claro que no era muy importante para mí aquel acontecimiento, además, sabía de antemano, que a mis amigos los habían invitado y con ellos podía asistir a la gran reunión. Pero, como les había contado, dependía mucho de las personas que asistían, los chicos populares o las chicas hermosas, sino nadie se animaba a ir, prefiriendo marcharse en grupo a gozar y rumbear más en una discoteca de moda. Cuando nos tocaba festejar nuestros cumpleaños, la mejor forma que teníamos para pasarlo bien con mi grupito era, ir a las galerías de la Av. Brasil, en donde alquilábamos un par de horas y jugábamos Play Station, después nos íbamos a tomar a un bar, maloliente, característica primordial de todo bar limeño, donde nos recibía con cara de pocos amigos la “Tía Cucaracha”, acostumbrada a ver pasar por su local a toda clase de borrachos y sacarlos a punta de escobazos de su pequeño recinto.


Un repentino freno que dio el bus, me hizo despertar. Debo haber dormido al menos 20 minutos. Era un alivio, pues estoy sufriendo de un insomnio que me dejaba como zombi en el transcurso del día. Observo a través de la ventana empañada de humedad del carro que aún me falta un tramo por recorrer para llegar a mi destino. Noto que la gente camina toda apresurada, con sus abrigos que los cubría del fuerte frío y de la lluvia abundante que descendía esa noche. Ya ni siquiera se podía distinguir las casas del Cerro San Cristóbal, la neblina ocultaba todo el paisaje y las casas. Solo dejaba traspasar levemente las luces amarrillas de los postes, que tenuemente alumbraban las calles. Se hacia difícil manejar en aquellas pistas llenas de agua. En algunas partes se producían aniegos y pozos, que los carros maltrechos tenían como obstáculo. Y era una suerte que las llantas desgastadas pudieran servir en esos momentos. Ni siquiera pude apreciar aquella casa que tiene pintada el escudo en forma de “U”, que tiene el equipo del cuál soy hincha. Volviendo mi mirada hacia las personas que viajaban conmigo en el bus, sorpresivamente encontré la mirada de una chica simpática que me examinaba con atención. Incluso me llegó a sonreír, pero al ver la tristeza dibujada en mi rostro, se incomodó y prefirió mirar todo el espectáculo siniestro de las calles limeñas.

Miro la hora. Me doy cuenta que como siempre, llegaré tarde a mi propia reunión. Preocupado saco mi celular, para ver si no estaba apagado, pues no había recibido llamada alguna. No me sorprendió verlo funcionando como si nada estuviera. Ni siquiera me habían llegado mensajes de texto. Esbocé una pequeña sonrisa. Recordaba que desde que logré tener un celular, siempre lo apagaba este día. Todos mis amigos, hasta mis familiares, me reprochaban aquella actitud y aún me siguen criticando por ello. Aunque sé que ni siquiera intentaron llamarme, pues desde el año pasado que dejé aquella actitud contra mi celular. Mi argumento para tamaño acto de asesinato comunicacional, era que no quería recibir llamada alguna, pues a pesar que he estudiado comunicaciones, soy muy tímido y a la vez parco. Ahora pienso que si elegí esta carrera, era como una forma de grandes sesiones siquiátricas, para aprender a relacionarme mejor con las personas, al comienzo no me sirvió de nada, pero ya con la ayuda de mis amigos, pude afrontar mejor la realidad. Para colmo, me refugié en la lectura y en la escritura, que son dos cosas que se disfrutan al máximo, cuando estás completamente solo. Se me hace difícil recibir las llamadas de mis propios familiares, llámese tíos, que no estoy acostumbrado a verlos tan seguido, y claro por el cariño que desde pequeño me tienen, algunos se acuerdan de este día. Cuando me llaman, siempre me recuerdan que estarán ahí para brindarme todo su cariño y que no deje de confiar en ellos, expresándome muchos deseos para el año que se avecina. Al cuál respondo con mucha gratitud, pero después de ello, ambos nos quedamos en silencio y es preferible despedirse. La verdad, que no soy muy allegado a mis familiares. Los veo solo en las fiestas o reuniones que organizan. Tampoco llego al extremo de ponerme a un lado, trato de fraternizar con ellos, pues, a pesar de no verme seguido, siento ese cariño fraterno. Si sé de ellos es por mis hermanos mayores, que me ponen al tanto de los acontecimientos con tintes pintorescos que rozan los límites del chime.
Y es que el tema del celular, se me hace gracioso. Pues casi nunca hago llamadas, no me pregunten por qué, pues no lo sé. Creo que es la costumbre. Es por eso, que ni siquiera me preocupo por tener salgo para comunicarme. Solo mando mensajes que ahora son bastante cómodos, y cuando no tengo saldo, siempre doy una “timbrada misia”, para que me llamen. Ojo, no es porque tenga avaricia o tacañería, pero prefiero gastar esa plata en otras cosas. Además, se nota que no me gusta llamar, pues tengo el teléfono fijo de mi casa y nunca lo utilizo. Eso me trajo muchos problemas con anteriores relaciones, pues ellas esperaban hasta el último momento que las llame, y como nunca ocurría eso, decidían que ese era un problema fundamental y me dejaban. Después de varios años y reencontrándome con chicas que llegué a conocer en una fiesta y que por diversos motivos no nos seguimos frecuentando, siempre me enteraba, por ellas mismas, que por no llamarlas, después de conocernos y pasarla genial, perdí la oportunidad de tenerlas como pareja, pues les había llegado a gustar y ellas creían que no las había llamado porque me aburría con ellas, lo cuál no era cierto, pues me gustaban mucho, es más me sorprendía y me alegraba que sean honestas. Lamentablemente, todas me dijeron lo mismo, cuando ya tenían una relación estable en esos momentos y con planes de casarse. No sé si era para liberarse de todo su pasado y dejar limpia su conciencia o por el licor, que hasta llegaban a declarar su amor oculto hacia mi persona, pensando que hubiera sido lindo y precioso estar conmigo, pero que el destino les tenía preparado otro hombre. Cuando se terminaban de secar sus lágrimas, por tamaña confesión, me preguntaban por mi estado actual, si es que tenía pareja. Al notar que mi respuesta era negativa, me miraban con un cierto aire de lamento, tratando de consolarme con la frase: “Ya encontrarás una persona que valga la pena y te merezca”.


Al pasar los años, me di cuenta que apagar mi celular era una forma de restringir y limitar la buena voluntad de las personas que se acordaban de este día. Y les daba importancia a aquellas, que no tenían en su agenda este acontecimiento. Creo que es parte del crecer y de la experiencia, la cuál me hizo darme cuenta a tiempo de las cosas que valen la pena. Por eso, el año pasado, decidí mantenerlo prendido. Y voy a Tratar de seguir con esta costumbre por muchos años más. Porque el año pasado fue especial. Ahora puedo darme cuenta que el destino hizo que tomara la decisión, justo en aquel momento, de tenerlo prendido para esperar las llamadas de mis amigos y familiares. Las cuales no llegaron nunca a realizarse, pues acostumbrados a encontrar siempre el mensaje de la contestadota, decidieron lógicamente no llamarme. Pero, en cambio, recibí solo una llamada, que fue el comienzo de algo que nunca olvidaré.
En realidad me sorprendió recibir ese llamado. Pero fue tan natural la forma cómo hablamos, como si nos conociéramos de años. Hablamos poco, es cierto, pero fueron momentos muy gratos. Desde ese instante pasé con ella, muchas cosas hermosas. Me logró enseñar algo muy especial, que siempre guardaré en mi corazón. Pero ahora, después de un año, sé que no recibiré más esa llamada. Me duele en el alma no haber podido cuidar todo lo que me brindo. Sé, también, que le he dicho muchas cosas horribles, que eso ha hecho que se aleje mucho más de mí y confirme su decisión de no verme nunca más, pero si las dije fue porque estaba dañado, pero nada justifica mi actitud. Y que si habría una oportunidad de volver a ser los mismos de antes, hoy, con mis palabras y mis promesas siempre incumplidas, han desaparecido por completo. Es duro saber, que ni siquiera tendré la oportunidad de acercarme a ella y poder abrazarla, me hace mucha falta en estos momentos, la necesito. Hoy, siento que mi corazón se encuentra fúnebre con su partida, no noto reacción de su parte. Mis pensamientos están en su regazo, pero quizás ella no lo necesite por eso trata de olvidarse de este ser, tenebroso y sombrío que me he convertido y que no le sirve de nada tenerme a su lado, pues causo pesar y mis palabras dañan como azotes a la espalda. Tan solo quisiera decirle que ella sabe muy bien lo que siento, va ser difícil olvidarla, nunca pensaré mal de ella y guardaré como un tesoro todos los momentos felices que pasamos. Quizás ya no creas más en mis palabras, por eso solo me queda pedirte, perdón.
Entro al edificio. Subo el ascensor, aprovecho la oportunidad para secar mis lágrimas. Trato de darme ánimos, pero no puedo solo. Toco el timbre. Al abrir la puerta, todos mis amigos más cercanos, felices de verme, con cerveza en las manos, se acercan cada uno a felicitarme. Sonrió. Me hacen brindar con ellos, me dan su cariño y me siento contento de saber que están aquí. Sé que tomaré, bailaré, haremos cualquier cosa para pasarlo bien y divertirnos, como estamos acostumbrados hacerlo. Les agradezco por estar ahí. Pero ellos nunca sabrán qué me pasa, así como lo hago con mi familia, les ocultaré los momentos difíciles que estoy pasando, pues me quieren ver feliz y no sería justo para nadie ponerme mal. Esto me lo guardo para mí, para poderlo afrontar y volver a empezar. Sé que pasarán cosas después de la reunión, tomaré hasta poder por fin, emborracharme, pero, soy conciente, que mientras tenga alcohol en mi cuerpo y pase por las venas, me olvidaré de todo. Lástima que no duré todo el tiempo. Ya que mañana también amanecerá nublado y con lluvia, así como en mi vida.